Una gráfica de la agencia Reuters, que presenta a una madre y sus hijos en la frontera de Estados Unidos, le dio literalmente la vuelta al planeta.
Se convirtió en un símbolo: El de la vulnerabilidad de los migrantes, de su intento de entrar a la Unión Americana por la fuerza del número y, al unísono, de la violencia innecesaria de unos agentes fronterizos que, respaldados por un presidente que no deja de llamar a los migrantes delincuentes, los trataron como tales.
“SENTÍ LA MUERTE”
“Yo creía que me iba a morir con mis hijos, yo sentí la muerte”, señaló María Lidia Mesa Castro, de San Pedro Sula, Honduras.
María y tres de sus hijos se encontraban entre el grupo de migrantes istmeños que él domingo pasado fue objeto de gases lacrimógenos al tratar de cruzar ilegalmente a Estados Unidos por la garita de El Chaparral.
“ABSORBIMOS EL HUMO DE LA BOMBA”
“Absorbimos el humo de la primer bomba y mi hijo se desmayó; yo vine y lo agarré entre mis brazos y vino un muchacho y dijo corran porque esa bomba va a explotar entonces yo salí corriendo con mis hijas”, apuntó María Lidia Mesa Castro.
En la fotografía se observa con sus gemelas de cinco años.
Dijo que trató de cruzar la frontera para entregarse a las autoridades estadounidenses porque, de manera equivocada, alguien le dijo que así lograría más rápido recibir los beneficios de refugio.
En su intento de cruzar la frontera solo consiguió que ella y sus hijos pasaran un momento de riesgo.
De regreso en el campamento, instalado desde hace semanas en el deportivo Benito Juárez de Tijuana, María espera con sus cinco hijos, en medio de miles de personas, la oportunidad de llegar a Estados Unidos. La cual, cada vez, se vislumbra más lejana.
